Crecimos con la desaprobación por parte de nuestros adultos hacia ésta práctica. A medida que cumplimos años, ya no había necesidad de que nos lo recordasen, pues estaba interiorizado y el peor de los juicios morales, el propio, nos hacía sentir mal cada vez que recurríamos a ella.
“Decir lo contrario de lo que se piensa con intención de engañar”, y con el ánimo de obtener un beneficio. ¿Cuál?… Calmar la angustia.
Necesitar una verdad nos da una fiabilidad, una seguridad, que su negación a través de la mentira, no hace más que reafirmarla.
Ser poseedores de una “verdad única” nos tranquiliza. Pero la realidad no es la misma para todos y eso a pesar del empeño globalizador de nuestra sociedad actual.
Realmente daría vértigo interpretar que la gente no miente tanto como nos empeñamos en creer y que en muchos casos, no es más que la visión particular sesgada por la historia de cada uno, la que le hace ver los acontecimientos de esa manera.
El Psicoanálisis desde su perspectiva del uno por uno, nos permite afrontar “la diferencia” como parte de la condición humana y nos coloca en una mejor posición para aceptar a ése otro que siempre es distinto a nosotros.
No olvidemos, que detrás de la mentira, el auténtico intento de engaño es hacia nosotros mismos.