Crisis en la figura paterna

Afortunadamente la relación entre los hijos y el padre, a lo largo de la historia, ha sufrido una importante evolución. Del padre medieval, dueño y señor de sus hijos, tratados como objetos a su servicio, al momento actual, podemos sentirnos orgullosos de los cambios que se han producido. Pero como el péndulo, en su ir y venir de un extremo al otro, corremos el riesgo de “angelizar” la relación del padre con el hijo, perdiendo así la dimensión que debe existir en el vínculo entre ambos.

Abrir al hijo al mundo del “deseo”, a través del anudamiento a la ley, es función del padre. Claro que esto no se realiza sin coste, el tributo a pagar por limitar esa idealización-gozosa es el sufrimiento por el que inevitablemente hay que pasar, para acceder al mundo de los adultos, y aquí, es donde surgen los problemas en ocasiones, esos padres-madres incapaces, entre otras cosas por identificación con sus propios hijos, de soportar la inevitable travesía que necesitan realizar sus descendientes.

Esto no es nuevo, ya Layo (padre de Edipo), es incapaz de poner un límite al goce, tanto al propio como al de su hijo, al no desposeer al Oráculo de toda la verdad, no pudiendo interpretar que el Oráculo transmitía sólo una parte de la verdad, una verdad con límite y que hacer una lectura más adecuada, donde lo real se diferenciase de lo simbólico, seguramente hubiese salvado su vida y hubiese evitado un sufrimiento mayor a su hijo.

La angustia que provoca en los padres la incertidumbre de los pasos que han de recorrer sus hijos, les lleva en ocasiones a determinar su futuro a través de indicaciones, consejos, prohibiciones… que evitan el enfrentamiento de sus pequeños, a veces no tanto, con una realidad personal a la que sólo puede hacer frente el propio individuo.

El padre es el encargado de mostrarle al hijo, que él es ese otro, que a pesar del deseo de su hijo, no lo sabe, no lo puede todo. El padre también es un sujeto expuesto al límite y esto lejos de enturbiar la relación entre ambos, la posibilita de una manera más sana.

Paternidad

Es curioso pensar en el dato estadístico reseñable del número de parejas mayores que se separan cuando los hijos se van de casa. El padre debiera cumplir en el ámbito familiar con la función de que, el hogar, sea para sus hijos un semillero de adultos, un lugar donde los hijos puedan conquistar su autonomía, mientras que los padres conservan la suya. No es adecuado, para ninguna de las partes, el sacrificio de la vida de pareja, ocupando los hijos lugares que no le corresponden y que sean en el futuro fuente de conflictos en su vida adulta.

Para poder abordar ésta problemática con mayor claridad y por tanto con mayor libertad, la escucha profesional de un psicoanalista te puede resultar de gran utilidad.

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